GROPPO (2024)

GROPPO (1)

Trabajo y Sociedad
Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas

Nº 3, vol. II, agosto-octubre de 2000, Santiago del Estero, Argentina
ISSN 1514-6871

La trayectoria del movimiento obreroen Europa occidental
en el siglo XX: realizaciones,fracasos, mutaciones

CentreNational de la Recherche Scientifique(CNRS),

Universidadde Paris I Sorbonne (CRHMSS)
groppo@univ-paris1.fr

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Este artículo se basa en una disertaciónpronunciada en septiembre

de 1999 en la Universidad Nacional deSantiago del Estero

Traducción de Cristine Schindler (UNSE)

Revisión técnica de C. Z. y A. T.

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Las páginasque siguen proponen un balance, inevitablemente muy somero, de lo acontecidocon el movimiento obrero en Europa occidental, de sus realizaciones y de susfracasos. No se trata, evidentemente, de pretender entrar en detalles o de rendircuenta de toda la diversidad de las situaciones nacionales de un cuadrogeográfico tan inmenso. El objetivo es simplemente poner en evidencia loscambios más significativos y las principales tendencias comunes al conjunto delmovimiento obrero de esos países. Nuestra hipótesis inicial es que los paísesde Europa occidental presentan suficientes características comunes como paraque se las pueda considerar expresivas de un conjunto relativamente hom*ogéneo.

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Un balance depende delmomento en el cual se realiza. Nuestra visión de la historia europea del sigloXX y del lugar que en ella ocupa el movimiento obrero, está influenciada porlos eventos de las últimas décadas, especialmente por el derrumbe de losregímenes comunistas en 1989, la desaparición de la URSS dos años más tarde, yla globalización (“mundialización”) de la economía. Esta visión es diferente dela que uno podía tener apenas diez años atrás.

De los cambios que han afectado al movimiento obrero, hay queesforzarse, sin embargo, en distinguir entre los pertenecientes a la cortaduración, del orden de los"acontecimientos" –événementiel - y de aquellos que se inscriben, en cambio, en una duración máslarga. La crisis de los partidos comunistas en Europa Occidental, por ejemplo,comienza mucho antes de la Caída del Muro de Berlín y de la desintegración dela Unión Soviética, que la han acelerado brutalmente.

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Por “movimiento obrero” entendemos ante todo el movimiento organizado,es decir los sindicatos, los partidos políticos y las otras asociaciones quetienen su origen en la clase obrera y que son una expresión autónoma de ella.Pero el concepto de movimiento remite a una realidad más vasta, menosorganizada, que podríamos llamar también movimiento social. El mundo deltrabajo asalariado ha originado a menudo movimientos de este tipo, autónomos, ydesarrollándose fuera de las organizaciones obreras oficiales que son tambiénparte integrante del “movimiento” obrero.

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En Europa occidental elsiglo XX ha sido el del ascenso, de la consolidación y del relativo ocaso del movimientoobrero organizado. Comparemos a continuación la situación del movimiento alprincipio y al final del siglo, indicando cuáles de sus objetivos originarioshan sido logrados y cuáles han sido abandonados en el camino o no han sidorealizados.

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En la situación general de Europa occidental en este fin del siglo,tres elementos parecen particularmente significativos desde el punto de vistade nuestra problemática: a nivel político, la victoria de la democracia, queaparece de ahí en más como la forma “normal” y la única realmente legítima deorganización del sistema político y de la vida social; en el plano económico,el triunfo de la economía de mercado, en el marco de una globalización queborra las fronteras y que hace cada vezmás difícil el control de los procesos económicos, tanto a nivel nacional comointernacional; en el plano social, el cuestionamiento de varios aspectos del welfare state, ahora caracterizado porun nivel de desocupación alto. Esos elementos conciernen también a otras áreasgeográficas pero limitaremos nuestras reflexiones a Europa Occidental.

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Si bien el triunfo de la democracia aparece como la continuación y eldesenlace de un proceso que históricamente empezó con la Revolución Francesa,dicho triunfo de ninguna manera estaba garantizado de antemano. Es suficienteacordarse, por ejemplo, de las crisis de los regímenes democráticos y de lainstalación de dictaduras totalitarias y de regímenes autoritarios en Europaentre las dos guerras para entender que el siglo hubiese pedido terminar bajoel signo del fascismo o del comunismo, o todavía de otras formas deautoritarismo. En la derecha o en la izquierda, durante el siglo han sidomuchos los que pensaban que la democracia era un régimen político antiguo ysuperado.

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Es sobre todo la prosperidad económica del período iniciado después de1945 la que ha permitido consolidar la democracia en Europa occidental. Esdecir que jamás la democracia está adquirida definitivamente, y que podríaestar controvertida si esa prosperidad llegase a desaparecer.

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De cualquier manera, es importante subrayar que el siglo actualtermina bajo el signo de la democracia porque el movimiento obrero, en su granmayoría, ha ligado su destino a esa forma política, y también porque ha sido alo largo del siglo un elemento motriz de la democratización de las sociedadesde Europa occidental. De hecho, la democracia no tiene nada de natural: es elproducto histórico de las luchas que han sido llevadas a cabo desde el siglo XXy en las cuales el movimiento obrero hatenido una parte importante.

Acerca del triunfo de la economía demercado: para evitar equívocos conviene recordar que las economías de Europaoccidental siguen siendo economías mixtas con una dosis más o menos importantede regulación del estado. La tendenciadominante, no obstante, es la tendencia a la disminución de laregulación, a la privatización del sector público (o de una parte de esesector) de la economía y del crecimiento del rol de mercado. Lo que llamamos“economía del mercado” está reconocido actualmente como la forma más eficaz deorganización de la actividad económica. A lo largo de las dos últimas décadas,la mayoría de los países de Europa occidental se han alejado del modelokeynesiano que había inspirado durante mucho tiempo sus políticas económicas.En el mismo período, la idea de planificación, desacreditada por el fracaso delos sistemas económicos de tipo soviético, ha conocido igualmente un ocaso, másaún cuando la economía actual, globalizada (o “mundializada”), aparecedifícilmente planificable. Hoy en día, el liberalismo económico, a menudopresentado como la última y definitiva verdad de la economía capitalista, haalternado períodos donde prevale la tendencia al liberalismo económico conotros donde se pone más el acento sobre la necesidad de una regulación de partedel Estado.

Hay que recordar tambiénque, si bien el modelo keynesiano está en crisis, las políticas neoliberalespracticadas hasta ahora (especialmente en Gran Bretaña) no han dado tampocoresultados particularmente brillantes: en particular, han demostrado serincapaces de resolver los desequilibrios del sistema capitalista y a menudo loshan agravado más aún. Es probable que el retorno de una crisis económicaparticularmente grave conduciría a poner de vuelta entre paréntesis elliberalismo económico. Eric Hobsbawn nos recuerda oportunamente que “la GranDepresión de los años 30 destruyó por medio siglo el liberalismo económico” (Hobsbawn E., The Age ofExtremes. A History of the World, 1914-1991, New York, Vintage Books, 1996,pp. 94-95)<![if !supportFootnotes]>[1]<![endif]> Convienetambién señalar que la economía de mercado no es necesariamente sinónimo dedemocracia, y que puede acomodarse muy bien con regímenes políticosautoritarios, como lo ha demostrado, entre otros casos, la experiencia de la dictaduramilitar en Chile.

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El cuestionamiento de varios aspectos del welfare state marca un hito importante. Especialmente asociada alas políticas económicas de inspiración keynesiana, la construcción del estadode bienestar fue una respuesta a la crisis económica de los años 30 y a susconsecuencias dramáticas. Ha sido posible gracias al excepcional período decrecimiento casi ininterrumpido que Europa occidental vivió entre el fin de lasegunda guerra mundial y el principio de los años 70. En las décadas de crisisque siguieron, el financiamiento del sistema se ha vuelto problemático, sobretodo por el hecho de que el crecimiento de las economías de Europa occidental,si bien no se detuvo, se ralentizó en ciertos periodos.

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Ahora bien, el welfare state se ha transformado en unode los fundamentos del pacto social y se constituyó en un factor importante deestabilidad política. Sucuestionamiento tendría entonces repercusiones considerables en todos losniveles. El movimiento obrero, que ha sido uno de los principales artífices dela construcción de ese sistema, se encuentra debilitado, y allí se origina sudesmantelamiento.

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El movimiento obrero a principio del siglo XX

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Es en Europadonde el movimiento obrero, que surgió de la industrialización capitalista,comienza a organizarse en el siglo XX, tomando auge en las décadas de 1880 y1890 con el desarrollo de los sindicatos, de los partidos socialistas, delmovimiento mutualista y cooperativista. Las ideas, las formas de organización ylas estructuras del movimiento obrero europeo, a través de militantes eideologías, han ejercido una influencia considerable sobre los movimientos deotros continentes, en particular (pero no únicamente) en países de América delNorte y América Latina, tales como Argentina, Brasil o Estados Unidos. Hace unsiglo, Europa occidental ocupaba, en el panorama internacional del movimientoobrero, un lugar más importante que hoy.

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El movimiento obrero, expresión de un proletariado industrial cada vezmás numeroso, era una fuerza nueva en plena expansión, cuyo peso e influenciaaumentaban al ritmo mismo de laindustrialización. Sus formas de organización -esencialmente la de los partidossocialistas y los sindicatos- eran fundamentalmente las mismas en todos lospaíses. Los partidos socialistas habían hecho su aparición en todas partes deEuropa, hacia el final del siglo XIX, tomando casi siempre como modelo al Partido Socialdemócrata alemán. Sepresentaban en el ámbito de la democracia parlamentaria, y una de susreivindicaciones políticas fundamentales era la instauración del sufragiouniversal. La mayoría de los regímenesliberales de la época tenían, en efecto, una base electoral muyrestringida, pues el sufragio seguía siendo limitado a ciertas categorías de lapoblación masculina, dado que las mujeres estaban excluidas. Francia, que habíaintroducido en 1848 el sufragio universal masculino, era entonces unaexcepción. Las limitaciones del sufragio excluíanparticularmente a la clase obrera de toda participación a la vida política.Luchando por el sufragio universal, los partidos socialistas fueron un poderosofactor de democratización de los sistemas políticos liberales. Han sido tambiénel prototipo de los partidos de masas que se han desarrollado en el siglo XX.Por su intermedio, una parte de las clases subalternas comenzó a participar dela vida política nacional y a sentirse implicada en ello.

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Paralelamente, en todos los países en proceso de la industrializaciónse asistía al desarrollo del sindicalismo obrero. Procedentes a menudo de lassociedades de socorros mutuos, los sindicatos se estructuraron progresivamente–primero sobre la base de la profesión, más tarde de la rama de actividad- alnivel local, regional y nacional, y ensancharon sin cesar su base. Lainfluencia dominante en el movimiento sindical de Europa occidental fue la delsocialismo reformista, pero asimismo un sindicalismo revolucionario,influenciado por el anarquismo, se desarrolló con vigor en Francia, en Italia yen España. Un siglo más tarde, el sindicalismo revolucionario ha desaparecidocomo corriente autónoma, mientras el sindicalismo cristiano, relativamentemarginal a principios del siglo, ha tomado importancia. El sindicalismocomunista nacerá recién después de la Revolución de Octubre, luego de la creaciónde la Internacional Comunista. En ciertos países como Francia e Italia, setransformará luego de la Segunda Guerra Mundial en corriente dominante. Enotras partes, es el socialismo reformista el que continuará dominando elpanorama sindical. Los sindicatos y los partidos políticos se valen de un mismogrupo social, la clase obrera, de la cual quieren representar los intereseseconómicos en el caso de los sindicatos, y los intereses políticos en el casode los partidos. Sindicatos y partidosse consideran como las dos ramas de un mismo movimiento y mantienen lazosestrechos, fundados sobre una división de trabajo funcional entre tareas“económicas” y tareas “políticas”.

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El movimiento obrero de principios del siglo XX confía en su futuro.Esta consciente de ser una fuerza de expansión, llevada por el desarrollo mismodel capitalismo, y encuentra en el marxismo una grilla de lectura de laevolución social que nutre su optimismo, ya que lo designa como el herederopredestinado del capitalismo. Las corrientes revolucionarias en particular,están convencidas de que el sistema capitalista está condenado inexorablementea derrumbarse bajo el peso de sus contradicciones internas: una idea que seráluego retomada por el movimiento comunista. Por otra parte, el conjunto delmovimiento obrero comparte totalmente la fe positivista en la ciencia y en elprogreso.

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La controversia sobre el revisionismo de Bernstein, que moviliza lasocial democracia alemana y una gran parte del socialismo marxista a principiodel siglo, muestra la importancia del aspecto doctrinario y de la ideología enel movimiento obrero: permite también medir la distancia en relación con lospartidos socialistas de hoy en día, donde una controversia de esa naturaleza essimplemente impensable.

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La idea de solidaridad entre trabajadores –en la fábrica, a nivellocal, nacional e internacional- es el núcleo del movimiento desde susprincipios. Esta fundada sobre la conciencia de pertenecer a un mismo gruposocial –la clase obrera- teniendo los mismos intereses vitales y pudiendodefenderlos frente a los patrones y al Estado, como la condición indispensablepara poder resistir a la explotación y mejorar su suerte y su condición. Esaidea se afirma también a nivel internacional, concretándose en las tentativasde los partidos socialistas y de los sindicatos obreros de coordinar su acción:el internacionalismo ocupa un lugar importante en el imaginario y en lasimbología del movimiento obrero.

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A principios de siglo, la clase obreraforma un grupo aparte, que vive separado del resto de la sociedad. Esasegregación espacial (dado que los obreros viven reagrupados en ciertosbarrios, cerca de las fábricas o de las minas) constituye además un factor decohesión del grupo, ya que favorece la formación y la transmisión de una culturaobrera específica. En esas condiciones, el movimiento obrero es también, enmuchos aspectos, una contra-cultura, que tiene sus propiasinstituciones, reglas de vida, etc., que estructura en gran medida la existenciacotidiana de grandes sectores de la clase obrera, gracias especialmente a unared de asociaciones de todo tipo (deportivas, culturales, educativas, etc.)Allá donde esa red es muy densa, ella permite al obrero vivir afectivamente enuna sociedad aparte dentro de esa sociedad capitalista que siente comohostil o ajena. En otros términos, el movimiento obrero es también una esferasocial, una forma de sociabilidad, un modo de vida. Ese aspecto decontra-cultura ha sido importante durante la primera mitad del siglo XX, peroluego llegó su ocaso. Hoy en día ha desaparecido en gran parte, dado que laclase obrera no vive en una situación semejante a la de antes.

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A principios del siglo, el socialismo europeo es todavía un movimientounitario en el plano político, a pesar de sus divergencias entre partidos, oentre el ala reformista y el ala radical en el seno de cada partido. En laInternacional Socialista se podían encontrar a personalidades políticas tandiferentes como Kautsky, Bernstein, Jaurés, Lenin, ó Rosa Luxemburgo. Laruptura vendrá después de 1917, con la creación del Comintern y las escisionesque dan origen a los partidos comunistas. A partir de este momento, la divisiónentre socialistas y comunistas se instala de manera duradera y marca el paisajepolítico europeo hasta hoy. A lo largo del siglo esta división –exacerbada porel hecho que la corriente comunista había ligado su destino al de un Estado yrenunciado así a su propia autonomía- ha debilitado considerablemente elmovimiento obrero en su conjunto, y en particular al movimiento sindical.

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Realizaciones y fracasos

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El movimiento obrero hasido, durante el siglo XX, un elemento importante y a veces determinante en latransformación de las sociedades de Europa Occidental, en el sentido de lademocratización política y social. Por su acción, en particular en el ámbito dela política social, ha contribuido a modelar dichas sociedades según lasaspiraciones y los valores del mundo del trabajo. La comparación entre elestado de las sociedades de Europa occidental al principio y al final del sigloXX, permite constatar que numerosos objetivos que el movimiento obrero se habíapropuesto hace cien años pudieron concretarse.

Estos son algunos de loslogros:

  • Una mejor protección de los trabajadores en la vida profesional merced a los progresos de la legislación laboral, así como en la vida extra-profesional gracias a los progresos de la legislación social.
  • La reducción de la jornada de trabajo.
  • Un sistema de jubilaciones que garantiza una vida digna a las personas de edad.
  • Un sistema de salud que asiste al conjunto –casi la totalidad- de la población.
  • Un sistema de seguro de desempleo que permite a las personas privadas de trabajo cubrir al menos en parte sus necesidades.
  • Una serie de medidas específicas para las personas inválidas o minusválidas.
  • Una generalización de la instrucción, que permite a prácticamente a todos los jóvenes acceder a la enseñanza secundaria, y a una gran parte de ellos de acceder a la universidad.
  • En el ámbito de la política, la concreción del sufragio universal para hombres y mujeres.
  • La reducción de las disparidades hombre / mujer.
  • El reconocimiento de las organizaciones sindicales como interlocutores de la patronal y de los poderes públicos.

Se puede resumir sintéticamente la mayoría deesas realizaciones en la fórmula del welfarestate, que efectivamente debe mucho al movimiento obrero. Si se considerala noción de un programa mínimo –corriente dentro de los partidossocialistas de la época anterior a 1914- que comprende una cierta cantidad dereformas sociales y políticas, se puede estimar que ese programa ha sidorealizado en lo esencial.

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Contrariamente, otros objetivos, especialmente losdel programa máximo, no han sido logrados. El sistema capitalista estatodavía vigente: no solamente no se ha derrumbado, como lo preveía o lo deseabauna gran parte del movimiento obrero, sino que demuestra una gran vitalidad. Esun capitalismo en parte diferente de aquel de comienzos de siglo, pero susmecanismos fundamentales –el beneficio, la empresa privada, el mercado- permanecen iguales. Además de lasfluctuaciones cíclicas “normales”, el sistema ha conocido algunas crisis degran envergadura, -dentro de las cuales una, la de los años treinta, fueparticularmente grave por su intensidad, su amplitud y sus repercusionespolíticas (la llegada al poder del nazismo en Alemania)-, pero ha logradosobrellevarlas. Inclusive se puede decir que las luchas obreras han contribuidoa vigorizar al sistema, ya que lo han empujado a buscar una productividad cadavez más elevada y a acelerar la innovación tecnológica. En tanto que el desafíocomunista lo ha empujado a reformarse. Pero las tentativas de reemplazarlo demanera duradera por sistemas diferentes han fracasado, y otras alternativascreíbles aún no están a la vista. Las que fueron imaginadas por el movimientoobrero del siglo pasado –sea el proyecto anarquista, o aquel del sindicalismorevolucionario, o sobre todo después de 1917, el proyecto comunista- o bien nohan sido realizadas, o no han podido perdurar. Si al final del siglo XIX sepresentaba al socialismo como una alternativa global al capitalismo, en elumbral del siglo XXI este ya no es el caso, al menos en Europa occidental, apesar de que aun existan todavía partidos que se llaman socialistas.

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La principal tentativa de construir un sistemaeconómico no capitalista fue realizada en la Unión Soviética y sirvió de modelo(impuesto o libremente elegido) a muchos otros países en Europa (pero no enEuropa Occidental) y en el Tercer Mundo. Durante décadas, una parte delmovimiento obrero europeo se ha identificado con el movimiento soviético, bajola forma del modelo stalinista, tal como se había impuesto al final de los años20: una economía totalmente estatizada, planificada centralmente en los últimosdetalles, que había abolido completamente el mercado y la empresa privada, todoeso acompañado, en el plano político, por la dictadura del régimen comunista.El comunismo, como antes el socialismo, respondía a la idea mesiánica de un"partido de clase" en Europa Occidental y funcionó, en ciertosaspectos, como una religión secular, prometiendo la salvación y la regeneraciónde la humanidad. Para los comunistas, adeptos a esa nueva religión, la URSS erala utopía realizada, la prueba que el capitalismo podía ser efectivamentereemplazado por otro sistema más avanzado, conforme a los ideales de igualdad yde justicia del movimiento obrero. La planificación soviética aparecía como labase de una economía racional, científicamente organizada, que ponía fin a la“anarquía” económica del capitalismo.

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En Europaoccidental, como en otras partes, el movimiento comunista ha estado estrechamenteasociado con la experiencia soviética, y ese lazo identitario fue su fuerza,pero también ha provocado su ocaso a partir del momento en que, después de lamuerte de Stalin, el sistema soviético entró en una fase de crisis. Laalternativa soviética al capitalismo ha logrado perdurar unos setenta años,pero se reveló finalmente un fracaso en el plano económico. Es necesariodestacar que el sistema soviético se derrumbó desde el interior, a causa delahogo de su economía y de su incapacidad de reformarse, y que su desapariciónno se puede imputar a causas exteriores. Su derrumbe ha acelerado el ocaso delos partidos comunistas que habían ligado su destino al modelo stalinista.Hasta los partidos que hacía largo tiempo que habían tomado distancia de la URSS–como el partido Comunista Italiano- fueron afectados. Después de haber sidouno de los protagonistas del siglo, en lo venidero el comunismo de tiposoviético pertenecerá al pasado. Aun los partidos comunistas sobrevivientes yano lo presentan como una alternativa del capitalismo. Sin embargo hay quecuidarse de juzgar esta experiencia histórica únicamente a partir de su fracasofinal, olvidando que el sistema soviético ha perdurado una gran parte delsiglo, y que el movimiento comunista ha representado una inmensa esperanza paramillones de personas en el mundo. En Europa occidental, un balance serio de laexperiencia comunista solamente puede establecerse país por país. En algunos elcomunismo ha sido solamente un fenómeno marginal de la vida política y social;en otros, como Francia o Italia, fue en ciertas épocas la corriente mayoritariaen el seno del movimiento obrero, y desempeñó un rol muy importante. En todoslos casos, este balance es rico en contrastes. Por una parte, el comunismo hatenido una función positiva, en la medida en que contribuyó a la mejora de lascondiciones de trabajo y de la legislación social, a la integración de lascapas populares a la vida nacional, a la lucha contra el fascismo y el nazismo,a la descolonización, etc. Por otro lado, ha sido un factor de bloqueo delsistema político democrático por su actitud hostil o ambigua hacia lademocracia. En Italia, después de 1945 por ejemplo, la Democracia Cristianapudo permanecer en el poder sin interrupción durante unos cuarenta años,precisamente porque el PCI era la fuerza hegemónica de la izquierda y porqueuna alternancia política conducida por ese partido era impensable mientrasdurara la guerra fría. El miedo al comunismo ha tenido en Europa occidental dosefectos contradictorios: por un lado, ha reforzado en Italia y en Alemaniasobre todo, los movimientos de tipo fascista; del otro lado ha empujado lasclases dirigentes a aceptar o aún aemprender reformas sociales, destinadas a precisamente a ocupar el espacio delcomunismo, reformas que difícilmente se hubiesen emprendido sin ese miedo. Esen parte el miedo a la revolución y al comunismo el que ha estimulado alcapitalismo a reformarse y ha ser más “social”, del mismo modo que en el sigloXIX, en Alemania, la voluntad de sustraer obreros a la influencia de la socialdemocracia había llevado al canciller Bismarck a introducir importantes medidasde protección social a favor de los trabajadores.

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Al principiodel siglo, el movimiento obrero estaba dividido entre reformistas y revolucionarios,pero unido en el plan político. Esa unidad política se quebró después de laprimera guerra mundial. A partir de los años 20, la división principal enEuropa occidental fue entre socialistas y comunistas. Hay que recordar que unade las principales líneas de fractura entre socialistas y comunistas fue entorno al concepto de democracia: en efecto, los socialistas rehusaban aceptarla dictadura del partido comunista como una instancia superior de democracia,condenando los métodos violentos y terroristas de los comunistas rusos, ypermaneciendo adheridos a la democracia parlamentaria. Por el contrario loscomunistas condenaban la democracia parlamentaria como “burguesa” y pretendíaninstaurar en su lugar la “dictadura del proletariado”, o sea concretamente, ladictadura de su partido.

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La evoluciónreciente ha quitado su razón de ser a la división “histórica” entre socialistasy comunistas. Por otra parte, en la coyuntura actual, en Europa occidental, laidea de revolución no moviliza las muchedumbres. Habiendo estado asociadadurante décadas a la Rusia Soviética y al movimiento comunista, esa idea hasufrido los altibajos de la desaparición de la URSS y del ocaso del comunismo.En el movimiento obrero de hoy permanecen tendencias y corrientes que sedefinen como revolucionarias (trotskistas, anarquistas, etc.), pero querepresentan en general sólo minorías bastante reducidas, hasta exiguas. A lastendencias que se inscriben en la tradición comunista, y que siguen llamándoseasí, les resulta imposible disociar la idea de comunismo de la experiencianegativa que ella representa para la gran mayoría de la opinión pública.

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La evolución del socialismo democrático

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Al principiodel siglo el conjunto del movimiento obrero se proponía reemplazar al capitalismopor otro sistema económico y social. Luego de las escisiones comunistasposteriores a la Primera Guerra Mundial, el socialismo democrático abandonóprogresivamente la idea de un sistema alternativo, mientras continuaba durantecierto tiempo refiriéndose a ese sistema en su discurso. No obstante, norenunciaba a transformar la sociedad, pero, como había elegido como brújula elmétodo democrático y la vía parlamentaria, se esforzó sobre todo en procurarreformar al capitalismo. Desde el punto de vista económico el resultado fue unsistema mixto, basado en el mercado y la empresa privada, pero con un sectorpúblico y nacionalizado más o menos amplio y con diferentes formas deregulación por parte del Estado, en particular a través de políticas económicas anticíclicas destinadas amantener el pleno empleo. En el plano social, la construcción de un Estadoprovidencia (welfare state) cuyosnúcleos son el seguro de desempleo y una cobertura social para el conjunto dela población con políticas redistributivas, cuyo objetivo es la generalizaciónde un ingreso mínimo para todos. Este conjunto de medidas económicas y sociales fue elaborado porquese sacaron lecciones de la Gran Depresión de los años 30. Desde ese punto devista, el capitalismo de la segunda mitad del siglo XX, al menos hasta los años80, fue efectivamente un sistema reformado, diferente en muchos puntos de vistade aquel de los años 30. La idea fundamental consistía en que, si se queríaevitar la repetición de una crisis como la de los años 30, no se podía eliminaral mercado y al liberalismo económico, pero que había que introducir mecanismoscorrectores. En Europa occidental la posguerra se caracterizó por la aplicaciónde políticas keynesianas, con las cuales se identificaron bastante el socialismodemocrático. El movimiento sindical de inspiración socialista ha adherido a esaevolución: las políticas redistributivas del welfare state estaban basadas en un pacto político en el cual lossindicatos garantizaban, a cambio, una cierta moderación salarial. Eso es loque los politólogos han llamado con una expresión que encuentro poco apropiada,como “modelo neo-corporativo".

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Hay que señalarque la elección del método democrático ponía una serie de límites a la acciónde los partidos. Como en ninguna parte tenían la mayoría absoluta en laselecciones, esos partidos podían gobernar solamente en coalición con otrasfuerzas políticas, y entonces debían hacer compromisos, modificar sus programaso renunciar a aplicar ciertas partes de ellos. Al principio del siglo lospartidos socialistas europeos eran, en todas partes, partidos de oposición.Después de la Primera Guerra Mundial, asumieron cada vez más responsabilidadesde gobierno y se integraron en los sistemas políticos nacionales respectivos,transformándose en uno de sus principales componentes. Hoy en día, numerosospaíses de Europa occidental están gobernados por socialistas y conservadores, yesto es ahora un aspecto normal de la vida política de esos países. Noobstante, nadie espera que los socialistas que están gobernando “construyan elsocialismo”.

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En ese ámbitoideológico, los partidos socialistas se han alejado progresivamente delmarxismo, que a comienzos del siglo era todavía una referencia fundamental paramuchos de ellos. De una manera general, el aspecto doctrinario e ideológico seha tornado mucho menos importante. Actualmente la ideología común a lospartidos socialistas de Europa occidental es esencialmente la ideologíademocrática. Es interesante notar que en Italia, donde el antiguo PartidoSocialista ha desaparecido en el gran sismo de comienzo de los años 90, lamayoría del antiguo Partido Comunista, que también ha desaparecido, ha elegidollamarse Partido Democrático de la Izquierda (PDS), y al final simplementeDemócratas de la Izquierda (DS).

Es muy obvioque en este fin de siglo no se sabe muy bien lo que significa la palabra“socialismo” y se prefiere a menudo evitarla, visto el uso que han hecho deella los regímenes comunistas.

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Al principiodel siglo, la palabra “socialista” evocaba un sistema económico basado sobre lapropiedad pública (lo que no significaba necesariamente estatal) de los mediosde producción, que no funcionaban sobre la base del beneficio y del trabajoasalariado, pero sí de la utilidad social y de la libre asociación de lostrabajadores. Durante la mayor parte del siglo ha designado sobre todo elsistema económico (y social) soviético, cuya esfera de aplicación no se haextendido a Europa occidental. Actualmente no posee más un sentido unívoco.

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Los cambios de la estructura social

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Un considerablecambio se ha producido también en la estructura de los partidos socialistas,que tienen ahora poco en común con sus homólogos de principio del siglo. Enefecto, ya no son partidos de clase, partidos obreros en sentido estricto. Esatransformación remite a aquella que se ha producido en la estructura social delas sociedades capitalistas avanzadas, muy diferentes a las sociedades de dondeprovenían los socialistas al principio del siglo. La idea de que la industrializaciónmultiplicaría indefinidamente el número de los obreros, hasta el punto queellos constituirían el grupo mayoritario en la población activa y en lasociedad en general, no ha sido realizada. El proletariado industrialefectivamente ha aumentado pero no es mayoritario, y a partir de cierto momento–que se puede situar hacia el final de los años 70-, ha empezado a disminuir,tanto en cifras absolutas como relativas. Como lo subraya Eric Hobsbawn: “Entre1973 y el final de los años 80 el número total de las personas ocupadas en laproducción industrial en los seis países europeos de "viejaindustrialización" (Bélgica, Alemania Occidental, Gran Bretaña, Francia,Suecia, Suiza) disminuyó de sietemillones, ya sea hasta alrededor de una cuarta parte, o hasta la mitad entre1979 y 1983. Y hacia el final de losaños 80 la mano de obra empleada en laproducción industrial se ha estabilizado en alrededor del 25%del empleo total, salvo en Estados Unidos, donde ya estaba por debajodel 20%”. (Hobsbawm, op. cit. p. 304).

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En compensaciónotros grupos sociales, especialmente las capas medias asalariadas, han conocidodurante ese siglo una progresión mucho más importante que la de los obreros, yconstituyen ahora la mayor parte de la población activa. Las actualessociedades de Europa del Oeste están compuestas en su gran mayoría porasalariados, pero los obreros como tales ocupan allí un lugar decreciente, y yano son la figura central y dominante del paisaje social. Ciertas categoríasobreras, que han sido durante mucho tiempo los bastiones del movimiento obrero,como por ejemplo los mineros, casi han desaparecido. El siglo XX ha marcado elapogeo pero también el ocaso del proletariado industrial, y al mismo tiempo delmovimiento obrero “clásico”, ampliamente identificado con esegrupo social. Los partidos socialistas, que querían ser la expresiónpolítica del proletariado, han perdido poco a poco el carácter esencialmenteobrero de sus comienzos. Este fenómeno se ha producido sobre todo en la segundamitad del siglo. ¿Podemos considerarlos todavía como una componente delmovimiento obrero? La respuesta no es más tan evidente como podía serlo hacetodavía algunas décadas. La definición más cercana a la realidad es quizás lasiguiente: partidos democráticos que representan sobre todo los asalariados ymás particularmente a los trabajadores manuales, y que aspiran siempre alcambio social por la vía de reformas.

¿Son todavíapartidos de masas? Esa forma específica de partido, del cual el movimientoobrero ha sido el iniciador, conoce ella también un ocaso más o menos rápido.En el pasado, los partidos obreros tanto socialistas como comunistas no eransolamente máquinas políticas y electorales, sino también organismos capaces deestructurar en una gran medida la vida de sus adherentes. Del lado socialista,un ejemplo particularmente significativo ha sido “la Viena roja” entre 1918 y1933/34. Eso virtualmente ha desaparecido.

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El movimientoobrero ha nacido y se ha estructurado como movimiento de los trabajadores manualesy más particularmente de la clase obrera. En Europa occidental esaconfiguración se ha mantenido, en general, hasta los años 70. Luego,transformaciones cada vez más rápidas han hecho que sea en parte caduca. Elcambio no ha sido solamente el de la organización del trabajo (el camino del“fordismo” al “post fordismo”) y de la estructura social, sino también del modode vida, de la cultura, de la conciencia.

Durante ellargo período de desarrollo económico que en Europa occidental siguió a laSegunda Guerra Mundial, la clase obrera ha entrado, ella también, en eluniverso de la sociedad de consumo. Sus trabajos, su estilo de vida, su modelode consumo, y aún sus maneras de vestirse, se han acercado considerablemente alos de la clase media. La segregación social del principio de siglo hadesaparecido en gran parte, y con ella numerosos elementos que alentaban, enlos obreros de principio del siglo, la conciencia de pertenecer a una claseaparte. Según Hobsbawm, la cohesión de la clase obrera consciente de ella mismallegó a su cima al fin de la Segunda Guerra Mundial, para después desmoronarseinexorablemente (cf. Hobsbawn, op. cit, p. 306).

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Lostrabajadores de “cuello blanco” que ha multiplicado el capitalismo postindustrial, son en gran parte trabajadores asalariados igual que los “cuellosazules”, y muchos de ellos cumplen tareas semejantes a la mayoría de losobreros. De algún modo, la distinción entre esas dos categorías es puramenteconvencional y por ende bastante arbitraria, pero esa transformación de laestructura social ha reducido considerablemente la base y la influencia delmovimiento obrero. Evidentemente un “movimiento obrero” que circunscribiera sucampo de acción a sólo los obreros estaría ineludiblemente condenado al ocaso.Los sindicatos, principales organizaciones obreras, han tomado conciencia deese peligro y se han esforzado, sobre todo durante estas últimas décadas, enorganizar también a esos otros sectores del mundo del trabajo (empleados,técnicos, administrativos). Los partidos políticos ligados al movimiento obrerohan hecho lo mismo y se abrieron a otras categorías distintas de lostrabajadores manuales: el carácter obrero de antes ha disminuidoprogresivamente. El mundo del trabajo (o más exactamente del trabajo asalariado)se ha feminizado también fuertemente durante el siglo. Esa feminización se manifiesta también dentrodel movimiento obrero. El hecho de que las mujeres ejerzan responsabilidadesimportantes en los sindicatos o en los partidos socialistas ya no es excepcional.Aquí también se puede medir la distanciarecorrida en relación con el principio del siglo, aunque estamos todavía lejos de la equidad degénero.

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En cierto modo,la expresión “movimiento obrero” no es realmente apropiada y corresponde nadamás que en parte a esta realidad de fin de siglo, que uno no sabe exactamentecomo definir. Más neutros, las expresiones inglesas “labours” –que designa elconjunto de los asalariados- o “labour movement”, parecen más pertinentes, perono se pueden traducir a idiomas como el francés, el alemán, el italiano o elcastellano, en los cuales uno está obligado a continuar hablando de “movimientoobrero”.

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En lassociedades de Europa occidental una proporción importante de la clase obrerapropiamente dicha está compuesta ahora por inmigrantes. Al principio del siglo,la inmigración era ya una realidad nada desdeñable en Francia y en parte enAlemania, pero el fenómeno concernía sobre todo a Estados Unidos y a ciertospaíses de América Latina. Europa era sobre todo un lugar de emigración. Lasituación es completamente diferente hoy en día, y aún países de los quetradicionalmente se emigraba, como Italia y España, se han transformado a suvez en países de inmigración durante las últimas décadas. La inmigración va areforzar las filas de la clase obrera propiamente dicha que deviene entonces enpluri-étnica.

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Conclusiones

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Al fin delsiglo XX el movimiento obrero de Europa occidental se encuentra globalmente enla situación de un relativo ocaso. Desde hace alrededor de veinte años haentrado en un proceso descendente y se ha debilitado considerablemente, almismo tiempo que disminuía su base social tradicional. Persiste como un actorimportante y reconocido de la vida socio-económica y política, dispone todavíade un capital moral considerable, pero ha perdido, de una manera incontestable,una parte de su fuerza de atracción. Al principio del siglo encarnaba laesperanza y la promesa de una sociedad nueva, sin clases, liberada de laexplotación. Si no hubiese existido esa dimensión mesiánica, la revolución rusade 1917 jamás hubiese tenido una repercusión tan grande en Europa y en el mundoentero. El movimiento obrero ha sido también, en muchos aspectos, una suerte dereligión. Ese carácter mesiánico y utópico ha desaparecido ahora. En Europaoccidental el movimiento obrero ya no está considerado como el precursor de la ciudadfutura. No se espera de él una solución global a los problemas de lasociedad actual, sino respuestas a problemas puntuales: defensa del puesto detrabajo, mejoras salariales, etc. Tampoco propone una alternativa global alsistema capitalista y a la sociedad actual, ni tampoco imágenes radiantes y deconfianza en el futuro. Como el resto de la sociedad, mira el futuro conperplejidad y con una cierta inquietud. El mundo del trabajo tiene, por otraparte, serias razones para preocuparse por las transformaciones que ocurren ypor sus consecuencias: tasa de desocupación elevada, creciente precarización,cuestionamiento del welfare state,etc. El aspecto más inquietante para el movimiento obrero es la aparición deuna desocupación masiva que abarca actualmente, en Europa, casi a la décimaparte de la población activa y que se presenta como un fenómeno estructural,ligado al hecho de que el tipo actual de desarrollo capitalista destruye másempleos de los que crea. La perspectiva de un retorno al pleno empleo aparececomo ilusorio. Al contrario, estamos entrando en una sociedad en la cual unaparte creciente de la población se encuentra excluida del trabajo y dependetotalmente de las diferentes formas de welfarepara vivir: de ahí la agravación de los fenómenos de exclusión social y depobreza.

Esa pesadillasocial es ya parte de la realidad. Tal situación debilita objetivamente el movimientoobrero y, en primer lugar, los sindicatos. El desplazamiento de variasactividades productivas hacia los países de bajos salarios desgasta finalmentea los sindicatos.

Eldebilitamiento del movimiento sindical es un fenómeno general, pero más o menosmarcado según los países. Francia constituye un caso límite, teniendo en cuentaque los sindicatos poseen poca entidad fuera del sector y de las empresaspúblicas. ¿Pero qué podemos decir, por ejemplo, del sindicalismo italiano, quepuede enorgullecerse de sus millones deadherentes, pero que en gran parte –entre un tercio y la mitad, según lasconfederaciones- son jubilados?

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A medida que laglobalización económica progresa, la acción sindical llevada a escala nacionales menos eficaz, ya que muchas decisiones esenciales para la vida económica setoman fuera de ese ámbito. Las tentativas de coordinar la acción sindical aescala internacional, y más particularmente europea, han dado hasta ahoraresultados de poca envergadura. Sin embargo, esa es la dirección que deberáadoptar al movimiento obrero si quiere responder eficazmente al desafío de laglobalización.

Elinternacionalismo era uno de los valores centrales y fundamentales delmovimiento obrero al principio del siglo. La primera guerra mundial lo afectóseveramente y, en rigor, el siglo ha estado más marcado por los nacionalismosque por el internacionalismo. La acción del movimiento obrero transcurrióesencialmente en el ámbito nacional, y tal es todavía el caso hoy en día. Desdeese punto de vista, hay un desfasaje evidente entre la dinámica del desarrollocapitalista y las respuestas del movimiento obrero.

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El movimientoobrero tiene su origen en la industrialización capitalista. Ciertas formashistóricas que ha adquirido resultan inseparables de ese proceso. Los aspectosy las formas de organización más directamente ligadas a la fase de laindustrialización están destinados inevitablemente a declinar con latransformación hacia una fase “post industrial” o “post fordista” delcapitalismo.

Eso significa concretamente que ciertas categorías de trabajadores como los mineros o losmetalúrgicos no tendrán más en Europa occidental un rol central como en elpasado: la primera porque están en vía de extinción, la segunda porquedisminuyen sin cesar. La gran fábrica fordista que agrupaba un número elevadode obreros y constituía de esa manera un lugar favorable a la sindicalización,parece también pertenecer al pasado. Ha sido reemplazada por unidades deproducción más pequeñas y más diseminadas geográficamente. El partido obrero,como tipo particular de partido basado en la clase obrera, está destinadoprobablemente a desaparecer o a ser marginal: su espacio político sólo puede,en efecto, reducirse. El carácter esencialmente masculino del movimiento obreroclásico continuará también decayendo, en un mundo obrero que se ha feminizadoextensamente. Cierto tipo de cultura obrera (por ejemplo la de los mineros) vaa desaparecer con la extinción del ámbito y de las condiciones que la habíanproducido. El movimiento obrero será cada vez menos “obrero” y cada vez más unmovimiento de empleados asalariados. No obstante, no existe ningunarazón para pensar que desaparecerá, ya que cumple, especialmente en su aspectosindical, una función esencial: el mundo del trabajo necesitará siempre estarrepresentado, hacer oír su voz, defender sus intereses y sus derechos. Laaspiración a una sociedad más justa y más solidaria de la cual el movimientoobrero ha sido una de sus expresiones, no desaparecerá. Tendremos que seguirbuscando soluciones a los problemas que crea un capitalismo cada vez menoscontrolable.

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<![if !supportFootnotes]>[1]<![endif]> Eric Hobsbawm, The Age of Extremes. A History of the World, 1914-1991, New York,Vintage Books, 1996 pp. 94-95).

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