El inicio de la Liga y los primeros enfrentamientos de Champions están confirmando el poderío de los jugadores llamados a liderar una época. Después de anotar 10 tantos en los primeros cinco partidos de la Premier, Haaland metió dos goles contra el Sevilla y estuvo a punto de convertir otro en un salto tan acrobático como inverosímil. Con 1,93 metros de altura, Haaland es un coloso en el área. Pero a diferencia de otros jugadores altos, el noruego exhibe una motricidad corporal de lo más versátil. En parte, sus dotes son genéticas. Su madre, Gry Marita Braut, fue una campeona en heptatlón y su padre llegó a jugar en el mismo equipo donde ahora triunfa Erling: el Manchester City. Sin embargo, la genética no lo es todo. La clave, según los padres del '9' de los citizens, es que Erling cultivó varios deportes desde la infancia, hasta el punto de que llegó a batir algún récord mundial de salto cuando era un crío. En su juventud, destacó en esquí, atletismo o balonmano. De hecho, el seleccionador nacional de balonmano de Noruega intentó que Erling eligiera ese deporte, pero se decantó por el fútbol.
Con dos goles, también Mbappé volvió a demostrar, contra la Juventus, por qué hay quien, como Ibrahimovic, le compara con otro portento físico que marcó época: Ronaldo Nazário. Vinicius es el más rápido de la Liga y ha anotado en sus cuatro últimos partidos jugados, incluyendo contra el Celtic, pero en Europa reina Mbappé, capaz de alcanzar los 39,2 km/h. Por supuesto que las cualidades atléticas no sirven sin la habilidad en el regate, la intuición en el área, la precisión en el golpeo y la inteligencia para asociarse, pero la capacidad de desborde del jugador francés -como la de Vinicius- constituye un rasgo muy poco frecuente, impensable sin su endiablada velocidad.
Haaland, Vinicius y Mbappé suponen la versión joven de veteranos atletas como Cristiano Ronaldo o Lewandowski. El delantero polaco lo juega todo, jamás se lesiona y, acorde con un físico envidiable, mete goles de todos los colores: de cabeza, de fuerte disparo o dejando atrás a su marcador en velocidad. También aquí, la familia jugó su papel. Su padre fue campeón de judo y su madre triunfó en el AZS Varsovia de voleibol. Pero el joven Lewandowski era algo enclenque, así que se machacó en el gimnasio hasta moldear su físico. En el Borussia Dortmund le empezaron a llamar 'der Körper', 'el Cuerpo'. Su mujer Anna, medallista olímpica en kárate y nutricionista, también ha influido, pero, como ella misma reconoce, es la capacidad de sacrificio de Robert la que le permite, con 34 años, exhibir una musculatura que ya quisieran muchos jovencitos que acuden cada día al gimnasio.
Otro paradigma
Cada época tiene sus modelos. Hace unos años, cuando la selección española triunfó en el Mundial y en Europa, los Xavi, Iniesta y compañía demostraron que no hacía falta ser corpulento, ni rápido, para someter al rival. El Barça siguió apostando por jugadores de patio, pequeños y técnicos, como Gavi o Pedri. Al fin y al cabo, el mejor del mundo era apodado La Pulga y vestía de azulgrana. Sin embargo, en los últimos tiempos parece imponerse la evidencia de que es imprescindible tener algún atleta arriba. No solo para meter goles, sino también, como en el caso de Dembélé, para convertirse en el mayor asistente de la Liga.
Después de unos años de jugadores menudos, parece que vuelven los portentos atléticos. Los entrenadores de las canteras ya están tomando nota. Porque los triunfadores ejercen de modelos en todas las épocas y disciplinas. En la literatura, el éxito de 'Ulises', la novela de James Joyce, hizo que todos los escritores de su época modificaran su manera de escribir. Y tras 'Cien años de soledad', en todos los lugares se imitó el realismo mágico, aunque los contextos descritos en las novelas no fueran propicios para esa mezcla de realismo mundano y fantasía, propia de Latinoamérica.
Los técnicos encargados de los escalafones inferiores en los clubes llevan años saturando a los chavales de un juego basado en el automatismo del toque preciso: «toca y vete, toca y vete». Pero con cada gol de Haaland, Mbappé, Vinicius o Lewandowski fruncen el ceño ante tamaño despliegue atlético. Creo que ya hay quien ha preguntado en qué armario de la ciudad deportiva de turno se guardaron las mancuernas y los balones medicinales.
