Tres Églogas (2024)

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Tres Églogas (1) Tres Églogas (2)

La Égloga de Felicino y Cleanto


Métrica

Laégloga tercera de Luis Barahona de Soto estácompuesta de veinticuatro estrofas o estancias, en las que sealternan versos endecasílabos y heptasílabos, como esusual en este tipo de poemas italianizantes. El esquemamétrico de cada estancia es el siguiente:ABCABCEefFgGhH.

Enél puede apreciarse que los endecasílabos inician laestrofa, como suele ser habitual, con seis versos en este caso, queadoptan una disposición similar a la de los tercetosencadenados. La transición a la segunda parte se marca condos heptasílabos, uno que enlaza con losendecasílabos anteriores desde el punto de vista de la rima,siempre consonante o completa, y otro que, en el mismo sentido,sirve de puente con respecto a los versos que vienendespués, si es que no está integrado ya en la partesegunda. En la parte última se alternan heptasílabosy endecasílabos en la misma proporción, con rima quesemeja la disposición de los pareados, consiguiéndoseen muchas ocasiones una marcada sensación de musicalidad yde armonía. Se trata de un esquema métrico bienmeditado que se inicia con regularidad y cierta majestad y que ensu última parte da entrada a escalas alternas deendecasílabos y heptasílabos que producen en esemomento un ritmo más marcado y sincopado.

Hayalguna irregularidad métrica, no imputable al autor, sino ala transmisión textual de que ha sido objeto supoesía, consistente en dos breves lagunas producidas por lapérdida de sendos versos, uno ya señalado porRodríguez Marín como inexistente en el códiceque copia y otro que hemos detectado nosotros en la estancianúmero XVIII, que bien pudiera ser omisióninvoluntaria del antiguo editor, puesto que éste noseñala que faltase en su manuscrito. En ambas ocasiones seha indicado su falta, como es habitual, mediante una líneade puntos. En conjunto, la égloga tendría en suorigen trescientos doce versos, aunque en realidad nos han llegadodos menos, que no afectan al cómputo de nuestraedición.

Estructura

Lasveinticuatro estrofas que componen la égloga tienen unarepartición armónica y equilibrada,iniciándose el texto con dos estrofas narrativas depresentación y acabándose con dos de cierre. El restose reparte alternadamente en ocho intervenciones de los pastoresFelicino y Cleanto que entonan sus cantos de amor por la pastoraOlisa, cuyo nombre es parcialmente homófono con el de laElisa garcilasiana. La tendencia general es que a unaintervención de Felicino, de una sola estrofa, siga otra deCleanto con la misma extensión, salvo la séptimaintervención que ocupa dos estrofas para cada uno de losenamorados. Se rompe la correlación indicada en la segundaintervención de Felicino, cuyo canto se extiende a lo largode dos estrofas, en tanto que Cleanto tiene una, pero vuelve aequipararse en la quinta intervención, puesto que ahora aCleanto se le asignan dos estrofas, frente a la única quetiene Felicino.

Enresumen (además de la introducción y delepílogo, ambos de carácter más presentativo ynarrativo), la materia lírica se reparte equilibradamenteentre el canto de los pastores enamorados, puesto que en total acada uno de ellos le corresponde diez estancias para expresar sussentimientos acerca de la pastora Olisa.

Tema y contenido

Eltema, tal como se ha indicado, es el amor que sienten los pastoresFelicino y Cleanto por la desdeñosa pastora Olisa. No hayuna competición clara entre ellos, sino que se limitan porlo general a elogiar la belleza de la dama aparentemente ausente,pero que en realidad está escuchando los cantos pastoriles,como se manifiesta tanto al principio como al final del poema. Elplanteamiento general se encuentra en la primera estancia, de talforma que el desarrollo de la composición puede considerarseuna especie de amplificación general de lo que aquíse apunta, con intervenciones concretas y demoradas por parte decada uno de los pastores. La ubicación de lugar, una selvafrondosa y umbría, se localiza en las orillas del Dauro oDarro granadino, tal como ocurre en otras composiciones del mismotipo (tal la Égloga de las hamadríades) ypor parte de otros poetas granadinos o relacionados con Granada, detal forma que en alguna ocasión se dijo que Barahona eraoriundo de Granada, quizás teniendo en cuenta este hecho yla fuerte relación con el grupo granadino.

Nohay una competición amorosa muy pronunciada entre estospastores, sino que tanto Felicino como Cleanto se limitan aensalzar cada cual por su cuenta a la pastora sin interferir uno enel canto del otro, sin que haya propiamente un diálogopastoril ni menos oposición en lo que expresan. Los dosofrecen rasgos positivos, poco divergentes entre sí, yaparecen poco individualizados, caracterizados ambos comojóvenes, discretos y poco expertos en amor. Olisa, se dice,es superior en todo a ellos, y se contenta con guardarapaciblemente su rebaño sin prestar atención a losamores.

Acontinuación Barahona hace una petición a las Musaspara que le ayuden en la dificultad que pueda encontrar en el cantoque emprende, un rasgo que suele ser característico de lapoesía épica, pero que también se da enmúltiples églogas. El poeta, de una forma directa, sedirige a ellas diciéndoles que cante estas divinidades comomejor pudieren lo que seguirá. El sentido habitual de lainvocación a las musas viene a indicar que la tareaemprendida es superior a las fuerzas del poeta, por lo que necesitasu ayuda. En el fondo se solicita una inspiración adecuadapara expresar correctamente lo que se pretende. Barahonaseñala además que esta composición esresultado de un mandato que se le ha hecho, sin que determine porparte de quién, tópico que recuerda los rasgos que sepresentaban en algunas situaciones del amor cortés y quesolían proceder del deseo o del simple capricho de la amada.No hay que descartar, tal como indicar el profesor Lara Garrido,que ese mandato provenga de un contextoacadémico51,puesto que nuestro poeta frecuentaba las academias granadinas.

Elelogio alterno de las hermosas cualidades o aspectos de Olisa seinicia con Felicino que se refiere a los cabellos y Cleanto a losojos. Felicino canta luego las mejillas y los labios y Cleanto echade menos la presencia toda de la ausente. El primero la insta abajar de los fieros montes, y el segundo agrega que en el prado elsitio es mucho más agradable y habitable. En las dosestrofas siguientes ambos se refieren al rigor climático delas alturas. Felicino vuelve a invitarla a descender a la agradablesituación geográfica donde se desarrolla el canto,suponiendo al mismo tiempo que está detenida poralgún otro competidor amoroso. Cleanto añade que sinella se ha producido un cambio desgraciado en la naturaleza, queafecta tanto a las plantas como a los animales y que va a provocarincluso la muerte de los pastores, tópico con frecuenciarepetido en este tipo de composiciones. Además no entiendecómo le pueden gustar los secos montes en comparacióncon el fértil valle por el que transcurre el transparenterío Dauro. Ambos se refieren a continuación almomento feliz en que ella estaba presente y vivía con ellos,en tanto que ahora todo se ha tornado desgracias y laalegría de antes se ha vuelto infelicidad. Cleanto sepregunta acerca de quién le ayudará si la pastora sequiere dedicar a la pesca o a la caza, recordando de paso queél mismo solía antes librar de lobos o ladrones elrebaño de Olisa. Los dos vuelven a instarla para que baje,ofreciéndole regalos naturales, al igual que lo haránen su caso los demás pastores.

Terminado el canto parece como si toda la naturaleza estuviesesuspensa escuchándolo. El día ha terminado, de lamisma manera que ocurre en muchas otras églogas, en las quela proximidad de la noche hace cesar las canciones de los pastores.Olisa, que ha estado escuchando todo el coloquio pastoril, selevanta y sin decir nada se marcha cantando algunos versos decontento y juego, al mismo tiempo que recoge sus cabras.

Este comportamiento de la pastora Olisa recuerda un tanto al deaquella otra pastora Marcela, que aparece en la primera parte delQuijote (I, XII-XIII), que tampoco tiene ningúninterés en el amor, y que ni siquiera se siente responsabledel suicidio del desgraciado pastor Grisóstomo.

Nollega aquí a tanto la dureza de Olisa, que se limita adesaparecer, coronada de flores y de rosas, sin conmoverseaparentemente por los elogios y reproches que ha oído,mientras conduce en el incierto anochecer su hato de cabras, en unfinal marcado por el anticlimax.

Nuestra edición

Tomamos el texto, en esta ocasión, de la edición deRodríguez Marín, op. cit., pp. 811-820,actualizando los aspectos gráficos del mismo así comoalgunos elementos de la puntuación, de acuerdo con lalectura que nos parece más adecuada. La anotacióntiene en cuenta algunas aclaraciones del mencionado editor,indicándose en su momento cuando así se haprocedido.

Égloga de Felicino y Cleanto



I


Bien poco espacio arriba deaquel monte
que se dejó cortar por dar corriente
al cristalino Dauro celebrado,
en un lugar do el fuego de Faetonte52
en medio de su furia no se siente,5
por ser de breñas y árborescercado,
guardaban su ganado
Cleanto y Felicino,
a quien la ociosidad abrió camino
para rogar, cantando,10
a Olisa, una pastora que, escuchando,
alegre burla dellos,
que el monte olvide y baje a entretenellos.


II

Los dos son tiernosjóvenes iguales,
discretos ambos y en cantar mostrados15
y nuevos en amor, y ambos pastores53
y en todo es ella más que amboszagales,
contenta con sus pastos y ganados,
sin pena ni temor de mal de amores.
Vos, Musas, que mayores20
cosas habéis dispuesto,
decid, según mejor pudierdes, esto;
no porque yo lo pido,
mas porque veis lo poco que he podido,
y veis que se me manda25
y escucha el valle desta a la otra banda.

FELICINO




III


Crespas hebras de rubïoscabellos54,
tan rubios que dirán que fuisteshechos
de aquel metal55que esta agua helada cría;
sutiles hilos que ligáis mil cuellos,30
tiniendo corazones mil deshechos,
y mil almas prendáis56,y más la mía;
si vuestra gallardía
y vuestra luz preciosa
quisiese comparar a alguna cosa,35
sería comparada
a la del claro sol, y aquesto es nada,
pues casi tiene tanta
el viento, porque os tiene y os levanta...

CLEANTO




IV


Clara hachasde Amor, ardientes, bellas,40
que aquí alumbráis, allíabrasáis las vidas
de quien os ama y os contempla y mira;
ojos, que sois del cielo dos estrellas
grandes y en buena suerte dél nacidas,
por quien más que por cuantas tieneadmira,45
y así arrebata y tira
tras sí cualquier sentido
que a su contemplación ve convertido,
aunque terrestre y vano,
que fuera del mortal sentir profano50
le sube, aunque no quiera,
a la pureza de la edad primera...

FELICINO




V


Rosada luz deAmor, claras mejillas,
que os encendéis con virginalvergüenza
si veis mortales ojos, o os veen ellos,55
y cuando, desmandadas las hebrillas,
como oro salen de la rubia trenza,
que liga y que tejieron los cabellos
del alma della y dellos,
ofendida, si mira,60
al corazón aprieta, al rostroaíra,
la sangre arroja luego
a vosotras, que, ardiendo en aquel fuego,
me asemejáis dos soles,
inflamadas con varios arreboles65


VI


y dulceslabios, puerta de mi gloria,
con la sangre del pez de Tiro57ungidos,
llamas, rubíes, granas y corales,
de quien jamás Amor sacóvictoria,
y con que ha despojado mil vencidos,70
venturas de esas perlas orientales;
suavísimos panales
y ambrosia58soberano
de donde gloria dulce y larga mano
que a más penas convida,75
bastante premio y paga de mi vida,
en vuestro amor gastada
y en nada más que en él bienempleada...

CLEANTO




VII


¿Dó está vuestra presencia?¿Dóla? ¿Dóla?59
¿Por qué no me socorre, pues quepeno80
en medio de mi gozo y me deshago?
Belleza al mundo rara, al mundo sola,
por quien aquello y esto Amor trae lleno
de su vertida sangre, y hecho un lago;
ved cuál será el estrago85
que en las entrañas hace
de quien rendir a vuestra luz le aplace,
y más en aquel pecho
do se alimenta y vive satisfecho,
por verse aquí más vivo90
que su alto y claro cielo, aunque captivo.

FELICINO




VIII


¿Cuál gozo extraño, cuál fierodeseo
en los horribles montes os detiene,
oh rayo de belleza ardiente y claro?
Bajad ante mis ojos, pues os veo95
con la encendida luz que mi alma tiene,
aunque vuestra esquiveza os dé reparo.
No es justo ser avaro
quien sin su costa puede
hacer que rico el valle y monte quede100
con sola su presencia,
de más valor y gracia y excelencia,
frescura y gentileza,
que suele al prado dar naturaleza.

CLEANTO




IX


Aquíse muestra el cielo más benigno,105
la olor más fresca y más gentil larosa,
y el suelo más alegre y mástractable;
que apenas en las breñas hay camino,
ni hay mata fiera que no sea enojosa,
ni sombra que parezca deleitable.110
En esta falda, amable
es todo y apacible
y para nuestra vida convenible:
la nieve no es tan fría,
ni tan ardiente el sol a medio día,115
ni el viento tan esquivo,
ni el gozo tan ligero y fugitivo.

FELICINO




X


Ahímil veces turbio, espeso, obscuro,
el cielo rayos ásperos despide
y truenos que rasgando van el viento;120
aquí sereno, alegre, claro y puro,
no hay día ni hay lugar do no convide
con sus piadosas auras a contento.
Ahí quemará el viento
los labios tiernos bellos125
y privará del lustre a los cabellos,
y el sol, que es implacable,
[ahí tostará su tezinimitable]60,
y aquí la sombra amena
guardará sus matices de azucena.130

CLEANTO




XI


Ahí tublanco pie riscos y espinas
por yerbas pisará, y aun nieve y yelo
por mollizna61apacible y por rocío,
dando molestias a tu carne indinas,
la piel curtiendo y erizando el pelo,135
robándote el color, la fuerza ybrío.
No pienses que porfío
por mi regalo tanto
(aunque de entre los tuyos le levanto),
cuanto por ti y por ellos.140
¿Qué flores mirarán tus ojosbellos
en esas peñas fieras?
¿Qué olores gozarás?¿Qué bien esperas?

FELICINO




XII


Desciende,pues, Olisa mía, desciende
a do, virtiendo lágrimas, te llama,145
ardiendo en tu belleza, Felicino;
y si hay pastor allá que te pretende,
¿quién hay que te merezca? Y si hayquien te ama,
¿quién [es] de ser amado de tidigno?
Si es fácil el camino150
y si el bajar es leve,
(que tras el curso natural se mueve),
no quieras empinarte
a do podrás un díadespeñarte,
ni subas por tu mano155
do después llores mi consejo en vano.

CLEANTO




XIII


¿Quién llevará a tu oreja, Olisamía,
las voces dolorosas que en tu absencia
tras ti se pierden? ¿Quién del valley río
las quejas de su daño, y quién deldía,160
que más que su luz ama tu presencia,
y siempre está nublado sin ti yfrío?
Que de tu pecho fío,
según eres piadosa,
que no podrá sufrir viendo sin rosa,165
sin flor, sin yerba el prado,
ejar morir así nuestro ganado,
dejarnos tristes, muertos,
y, cual sin sol, sin tu calor desiertos.


XIV


¿Cómo? ¿Qué? ¿Fue pusible que teagrada170
el monte seco más que esta frescura
y más que esta agua viva la que esmuerta?
La fuente de Alfacar62la envió encañada
a tus dudosos pastos, pues ni dura
ni puede ser a todos siempre cierta.175
Aquí está siempre abierta
la vena transparente
de do se sangra Dauro, y su corriente
no sólo riega al valle,
la plaza insigne y la más noble calle180
que viste, o ver esperas,
mas parte de ese monte, aunque no quieras.

FELICINO




XV


¿Qué? ¿Note viene al ánimo, aunque seas
crüel desamorada, un pensamiento
alguna vez? ¿Qué? ¿No teacuerdas, fiera,185
cuando en las breñas sola te paseas,
del tiempo que mirar te dio contento
esta apacible sombra, esta ribera?
De aquesta fuente, que era
no menos celebrada190
de ti que fue cuando era ninfa amada
del ciego amante río,
¿no dices: «Allí estuvo elpastor mío;
allí vi yo mi cara,
y allí la vi adorar en la aguaclara?»195

CLEANTO




XVI


¿Qué? ¿Note acuerdas de cuando, cantando,
la selva con tu nombre resonaba,
de fieras y de peces conocido?
El cielo nueva luz iba mostrando,
y la afligida tierra se alegraba,200
y todo me prestaba alegre oído.
Ya todo se ha perdido,
y, mudo y seco el prado,
se olvida en un silencio sosegado;
y con tristeza esquiva,205
que no parece que haya cosa viva,
si no es que aullando el viento
con silbos representa mi lamento.

FELICINO




XVII


Todo se fuecontigo; si aquí estabas,
aquí estaban las ninfas, y aquí elmiedo210
de los sátiros, vanos loshacía.
Tú regías mil danzas; túordenabas
mil juegos; tú mil luchas con denuedo,
que a su belleza mucha leañadía.
Faltaste tú, y el día215
en que de aquí te fuiste
faltó el gozo y placer; que todo estriste.
Las ninfas se volvieron
en fuentes, que en llorar se derritieron;
los sátiros faltaron220
o en árbores helados se mudaron.


XVIII


La selva seolvidó de dalle flores
a la cuidosa abeja, y del rocío
el cielo se olvidó, y de grama elprado;
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .63225
y de correr también se olvidó elrío
aquel nubloso día y desdichado;
y aquí y allí el ganado
se viera desvalido
dejarse perecer en muerto olvido,230
y, al fin, todas las gentes.
No sé cómo lo sufres yconsientes;
que no eres tú tan fiera
que no sepas tratar de otra manera.

CLEANTO




XIX


Si quieres ira caza a la montaña,235
y si a pescar a Beiro, y si al contento
del fresco Dinadámar, di, pastora,
¿quién te lleva la red?¿Quién te acompaña?
¿Quién te coge las frutas, y en elviento
los simples pajarillos prende ahora?240
Y ¿quién de la traidora
y astuta zorra y lobo
liberta tu ganado, y quién del robo
les quita los despojos?
Y ¿quién ligeramente ante tusojos245
les sigue y hiere o mata,
y los alcanza y vivos te los ata?


XX


Cualquierlugar me puede ser testigo
del tiempo en que por tuyo me tuviste,
aunque de amor no sepas, por mi daño:250
que de cualquier contrario y enemigo,
o lobo sea o ladrón, librar me viste
la más pequeña res de turebaño;
y ahora, o ya me engaño,
o falta quien lo haga,255
no porque alguno tema de la paga
(que harto es ver, pastora,
tu rostro, que la luz del sol colora),
mas porque no se atreve
alguno a tanto amor como te debe.260

FELICINO




XXI


Baja delmonte, pues, bajo a lo llano,
baja a este valle y río; no le huyas
y volverásle al ser de su belleza;
baja y verás que espera de tu mano
la tierra que en su honor la restituyas,265
y se te da y ofrece con largueza.
No hallarás corteza
ni piedra levantada
do no te veas escripta y figurada,
y no verás contento270
do no escuches tus loores por el viento,
ya en cantos, ya en primores,
ya en juegos y ya en bailes de pastores.

CLEANTO




XXII


Cual consencillo rostro y pecho tierno,
al levantar del sol o al trastornarse,275
te ofrecerá el panar reciéncogido,
y cual el simple enodio64,antes que el cuerno
enseñe, ni dél sepaaprovecharse,
o el oso con la cama do ha nacido,
o el ingenioso nido280
del simple pajarillo,
que no podrá, quiriéndolo,encubrillo,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . 65
la cual a su pesar todo lo allana;
o el tarro de cuajada,285
o de la leche apenas resfriada.-


XXIII


Suspenso elprado, el río, el aire, el cielo
al vario canto de los dos estuvo,
cesando en todo el cierto curso eterno;
que el tiempo aquel espacio hurtó alsuelo,290
y el sol al mundo sin contar estuvo
esto en verano, otoño, estío niinvierno.
La copia el fértil cuerno66
con variedad de flores
al suelo le esparció y al aire olores295
más frescos y sabrosos,
suaves, claros, dulces y amorosos
que nunca dado había.
Cesó el cantar y aquesto, y cesó eldía.


XXIV


A talsazón Olisa, que escuchaba300
las voces más suaves y amorosas
de aquellos de quien era tan servida,
se levantó de aquel lugar do estaba
coronada de flores y de rosas,
de aquesto ni de lo otro conmovida,305
y, por la despedida,
se fue cantando luego
algunos versos de contento y juego,
en que era acostumbrada,
y recogió a su aprisco su manada310
de cabras, que contenta
está con el lugar do la apacienta.

La Égloga de Salicio y Filón


Métrica

Elesquema métrico de la presente égloga es mássimple y monocorde que el de las anteriores, reducido al empleo detercetos encadenados de versos endecasílabos que se repartende forma aproximada entre cada uno de los contendientes. Enocasiones, sobre todo en las partes donde la violencia de lospastores es más explícita y directa, el terceto puedeser compartido por ambos personajes; incluso hay versos divididosentre ambos, recurso que será más frecuente en lacomedia áurea, y que parece enfatizar la acción dadola brevedad de las intervenciones. No se aprecia bien como en otrasocasiones la armonía en la repartición alternada delas estrofas entre ambos personajes, aunque de forma aproximadatanto Salicio como Filón intervienen de manera equilibradaen el texto.

Sondoscientos veintinueve versos los que integran el cómputototal de la égloga, lo que equivale a setenta y seistercetos, más un verso de cierre para que no quede ningunosuelto, como es habitual en las composiciones que emplean lostercetos encadenados. Se trata de la égloga más brevede las tres que editamos en esta ocasión.

Estructura

Denuevo estamos ante un debate amoroso y ocasionalmente físicoentre dos pastores por la misma amada: tanto Salicio, de nombre tangarcilasiano, como Filón, se disputan los favores de lapastora Lida. Las intervenciones de ambos se alternan a lo largodel texto, con más brevedad al principio y algo másextensas en la parte final.

Encontra de la placidez de la égloga anteriormente editada, lapresente es mucho más dinámica, casi violenta enocasiones. De tal forma que, y es éste un caso bastanteinusitado en el mundo pastoril, los pastores llegan a combatircuerpo a cuerpo por el amor de la amada. No es que el mundoidílico carezca de conflicto, puesto que en ocasiones almismo tiempo que el desamor o el olvido está tambiénmuy presente la muerte, como se vio en la Égloga de lashamadríades, y se llega incluso al suicidio, pero esinfrecuente la violencia física, reducida laconfrontación de manera habitual a la musica y a veces a losjuegos deportivos. La viveza de esta composición de Barahonase acrecienta con el recurso del comienzo in medias res. Se han producido yaalgunos hechos previos, de los que no se ha dado cuenta al lector,aunque se deducirán a lo largo del texto, y la acciónse inicia bruscamente, sin ninguna introducción narrativa,en un momento de especial tensión: Salicio reta aFilón a la pelea y lo insulta.

Elorigen inmediato de la pelea va a ser la posesión de uncanastillo que ha tejido la hermosa Lida. Pero se interrumpenporque la ven pasar corriendo con otras pastoras, llena la falda deolorosas flores, sobrepasando en altura a las demás,haciendo incluso que el viento sople más amoroso en lasriberas del Dauro donde de nuevo tiene lugar la acción. Alverla, en lugar de luchar, se dedican los dos a ensalzarla.

Deesta forma ven como la joven abate a un ciervo, ejerciciocinegético al que tan aficionado fue Barahona, segúnse deduce de los Diálogos de laMontería.

Sale luego a relucir la desigual edad de ambos, así como elaspecto o la hermosura, la fuerza y otras cualidadesfísicas, rasgos bastantes disímiles en uno y otro.Salicio es más joven y blanco, no tiene aún barba,sólo bozo, en tanto que Filón es más fuerte ymás alto, tiene una barba espesa, pero es menos hermoso queel primero, que tiene pequeñas proporciones corporalessimilares a las de Lida.

Deacuerdo con lo expresado, en un momento determinado en que ambosluchan cuerpo a cuerpo, Salicio lleva las de perder y le pide unrespiro a Filón: «No me aprietes, Filón; aflojaun poco», le pide. El fuerte pastor se burla del muchacho,del que dice que no «es carne ni pescado, y con la lengualeones desquijara y montes raja», aludiendo a que sus hechosno están a la altura de sus palabras.

Salicio añade que será más venturoso en lacontienda del amor que en esta lucha física y alaba a lapastora ausente, lo que causa de nuevo la ira de Filón; peroreplica el joven que no está en su mano dejar de hacerloasí. A partir de entonces ambos se dedican a loar a Lida,con referencias a personajes y pasajes virgilianos. En algúnmomento se pone de relieve si es mejor la fuerza del esposo o labelleza del mismo y cada cual pone de relieve sus propiascualidades al efecto.

Porúltimo, Filón señala que el color blanco deque se envanece Salicio es algo deleznable, porque ni la mismadiosa Flora sintió preferencia por él. La noche seacerca y ambos deciden acabar el canto, aplazando lacompetición para el día siguiente, cuando algunospastores actúen como jueces de la competición.Filón apostará un hermoso mastín, Melampo, ySalicio una cabra que está preñada y que va a parirdos cabritos, y, en el caso de que su madrastra le pregunte porella, le dirá que se quedó cansada y detenida en losriscos. Pero he aquí que la cabra ha parido ya sus doscabritos, y ambos se aprestan a cenar bajo una peña; Saliciole señala la leña para hacer la lumbre, en tanto queél se acerca a unas breñas donde antes ha oídounos ruidos.

Nuestra edición

Seguimos el texto de la edición de RodríguezMarín, pp. 830-837, con algunas leves modificacionesgráficas y de puntuación, como en el caso de laégloga anterior.


Égloga de Salicio y Filón

SALICIO
Ora veamos siharán mis brazos,
pastor desvergonzado y atrevido,
que se concluyan tantos embarazos.
FILÓN
Peor es sercontigo comedido:
suelta el cestillo que mi dulce Lida5
con sus hermosas manos ha tejido.
SALICIO
¿Soltar? ¡Oh!¡Qué! Primero el alma y vida
que tú le lleves, o que yo, viviendo,
del sagrado despojo me despida.
Mas veésta que con otras va corriendo,10
la falda llena de olorosas flores,
de lumbre al día y de placervistiendo.
FILÓN
Y veescómo de todas las mejores
una guirnalda ciñe en su cabello,
do lleva envuelto al dios de los amores.15
SALICIO
Y veescómo con más que pecho y cuello
a esotras ninfas sobra y se aventaja,
sin poder ni aun la envidia obscurecello.
FILÓN
Y¿vees cómo de ramas que desgaja
del arrayán y del naranjo y lauro,20
el venturoso suelo siembra y cuaja?
SALICIO
Veescómo en su presencia el viento Cauro67
sopla amoroso y en sus ondas claras
de amores va encendido nuestro Dauro.
FILÓN
Yo nopensé, Salicio, que tú osaras25
subir el pensamiento tan arriba,
que en mi fuego las alas68te quemaras;
mas, pues deseso y libertad te priva
tu ciega voluntad, no es bien que ahora
tragedia triste de tu amor se escriba.30
SALICIO
Veesla doestá la ninfa cazadora,
corvando el arco de macizo hueso
que el viento hurta69a un ciervo y se mejora.
FILÓN
Contempla elbrazo izquierdo recio y grueso,
que, por flechar la cuerda con el diestro,35
está del arco asido, largo y tieso.
SALICIO
No fue entirar Alcón70tan buen maestro.
Al corazón le dio. Veeslo caído
¡aunque primero supo dalle al nuestro!
FILÓN
¡Ohventuroso golpe y mal perdido!40
¡Volvieras, Lida, el pasador al pecho
deste zagal que ansí es descomedido!
SALICIO
Algo más justo y de mayor provecho
fuera si en tus entrañas seabscondiera,
y quedara Salicio satisfecho.45
FILÓN
En desamor deLida pene y muera,
pastor, si de tu sangre no bebiere
si más oyo71hablar de esa manera.
SALICIO
No goce losfavores que me diere,
si a tu despecho no cantare a Lida,50
mientras de cuerpo el alma se vistiere.
FILÓN
Término corto fuera el de tu vida,
si no mirara yo tus tiernos años
y del vello tu barba aún no salida.
SALICIO
Con esoexcusarás, Filón, tus daños,55
como con estos brazos yo los míos,
que por ventura no seríantamaños72.
FILÓN
¿Noveis cómo ha cobrado el duelo bríos
con el favor de Lida? Yo voy viendo
que no heis73de lograr un par de estíos.60
SALICIO

¡Quita,grosero!

FILÓN

¿Estás de míriyendo?

Defiéndete, zagal, pues eres loco.
SALICIO
¡Ay, Lida, en las tus manos meencomiendo!
No meaprietes, Filón; afloja un poco:
cata que me quebrantas con ventaja,65
y yo con ambos brazos no te toco.
FILÓN
No pesa eltabanillo ni una paja;
ni es carne ni pescado, y con la lengua
leones desquijara74y montes raja.
¿Qué es eso, di? El aliento se te mengua;70
ya te he soltado; date por vencido.
SALICIO
Victoria con ventaja no es sin mengua.
Un brazo yotro me tenías cogido.
¿A cuál Anteo75o cuál Milón76no hubieras
con esa astucia entre tus pies rendido?75
Si túlos brazos ambos repartieras,
cuál por encima y cuál debajo elbrazo...
FILÓN
¿No vees que lo tomabas tú deveras?
Eres, cuandote enojas, embarazo
tan torpe, que, pudiendo, no dudaras80
de darme en la cabeza con un mazo.
SALICIO
Si en otrascosas combatir osaras
conmigo, ya que en ésta estásmedroso,
yo sé muy bien, Filón, lo queganaras.
FILÓN
Huelgo de vertu ánimo brioso;85
mas siendo pobre, y tosco, y niño, yfeo,
¿en cuál contienda fuerasventuroso?
SALICIO
En el amor;aunque conozco y veo,
Filón, que en todas ésas tevenciera.
FILÓN
Pues ¿dónde habrá jüezpara el deseo?90
SALICIO
Mirándolo estóyo, si él permitiera
que mi osadía se extendiera a tanto,
que mi proceso largo le leyera.
Aunque en elalma tengo el rostro santo,
principio de la luz que está en misojos,95
y de la fuente de mi largo llanto.
Mejor que yoconoce mis enojos;
contados tiene allá mis pensamientos,
do nada halla sino sus despojos.
FILÓN
¡Que nome han de bastar requerimientos!100
Zagal, si quiés77tenerme por amigo,
no resuene mi Lida en tus acentos.
SALICIO
El cielo yquien le rige me es testigo,
y aun ella, que no puedo, aunque quisiese,
ni quiero, aunque me des mayor castigo.105
Si porinjurïarte lo hiciese,
pastor, tendrías razón; mas rige elseso
otro que estima en poco tu interese.
FILÓN
¿Quetan encadenado estás y preso?
SALICIO
¿Sabes qué tanto? Que mi propiavida110
he puesto con su amor casi en un peso.
FILÓN
Antes que elcielo la ocasión impida,
yo huelgo que igualmente compitamos
quien es más digno del amor de Lida.
SALICIO
Veeslacubierta de azahar y ramos115
del árbol78que allá en Cipro79ornó la diosa
en cuyo fuego ahora nos quemamos.
FILÓN
No suele a las espinas ser la rosa
más honra que ella al corro o lamanada
de ninfas, por su causa venturosa.120
SALICIO
La flauta deMenalcas80heredada
tengo, y la [a]vena81aquí; serás vencido,
pues dellas cualquier cosa te es negada.
Jamástu nombre celebrado ha sido,
ni sátiros bailaron a tus sones,125
ni el río fue a tus voces detenido.
FILÓN
¿Qué mevaldrán, Salicio, tus canciones
si se ponen por medio mi riqueza,
do Amor tiró82el mejor de sus arpones?
SALICIO
De belloesposo es digna tal belleza,130
pues ¿quién merece a Lida, si teexcedo
(jüez tú mismo) en gracia ygentileza?
FILÓN
Concédote eso, aunquenegarlo puedo:
que eres discreto más que yo, yhermoso,
porque te pongas más gallardo y ledo;135
masconvïene a Lida un fuerte esposo
cual yo, que la defienda, sirva y guarde,
y no, como ella, lindo y temeroso.
SALICIO
El pecho deira me revienta y arde.
¿No puedes ser cortés encompetencia,140
sin motejar al hombre83de cobarde?
FILÓN
No valga enesto, pues, la diferencia.
Cual yo ha de ser su esposo, dulce y blando,
y tú eres loco o falto de paciencia.
SALICIO
En buenacondición te vo igualando;145
y, pues en hermosura te he sobrado,
la sentencia está, cierto, de mibando.
FILÓN
Tambiényo en hermosura te he igualado;
y, pues en condición estásvencido,
será el merecimiento en mídoblado.150
Yo tengo elcuerpo cual ciprés crecido,
y no conozco, siendo túpequeño,
de dónde esta soberbia te ha nacido.
SALICIO
Tan chico esel de Lida y tan cenceño:
novillos para un yugo destinados.155
Loado Amor, que quiso ser su dueño.
Pues dime:¿tus cabellos erizados,
tu barba espesa y tus feroces brazos,
serán con estos míoscomparados?
FILÓN
Juntados conaquellos que pedazos160
de blanca nieve son, la gran distancia
hará que más se sientan losabrazos.
Tras eldescuido agrada la elegancia;
regala los oídos una falsa
tras una y otra dulce consonancia.165
Desnudos ambosen su lago o balsa,
podrás cercarte déstos y deaquéllos,
sin distinguir el cebo de la salsa.
Verássobre mis hombros los cabellos
que ves en sus espaldas, y ligarse170
con ellos y los brazos ambos cuellos.
SALICIO
Primero queeso venga a efectuarse,
mal rayo hienda mi cabeza y cara,
de que ya pudo Lida contentarse.
FILÓN
No séyo cuál mujer se contentara175
de ver un hombre cual de nieve o sebo,
o cuál por digno della te juzgara.
SALICIO
Al fin, esrostro el mío de mancebo,
que vence a tu color y greña cuanto
al sátiro barbudo el blanco Febo.180
FILÓN
No te nos loesde blancura tanto;
que así la aborreció la diosaFlora84,
que nunca della enriqueció su manto.
De coloresdiversos siembra y dora
las faldas de los montes y collados,185
do siempre lo más negro habita y mora.
Decárdenos y rojos y dorados
tallos y flores viste las perfetas85
cañadas destos cerros máspintados:
los lirios yalhelíes, las violetas,190
la más preciada rosa alejandrina,
que esotras son ante éstas imperfetas;
vees eljacinto, vees la clavellina,
que, entre las que a mi Lida vanciñendo,
de ser la principal ha sido dina.195
SALICIO
Detente ya,Filón, que enronqueciendo
se va tu voz y las mayores sombras
de los subidos montes van cayendo.
FILÓN
¡Qué apasionado estás, y cómoescombras86
la parte más remota si estáescura,200
y de cualquiera niebla te me asombras!
Ya es tarde,cese ya; y si al fin te dura
el brío de competir, podrásconmigo
juntarte aquí mañana a lapastura;
seráMenalca o Coridón testigo,205
o Amintas, o Dametas87;que tú sabes
que te es cualquiera dellos buen amigo.
Y apostartehé, porque después te alabes
de haber ganado, aquel mastín,Melampo88
el cual pondré en tu mano antes queacabes.210
[Ni lobo ni oso hay en todo el campo]89
que no le tema viéndole, y no huya
si oye decir: «¡Melampo!¡Aquí, Melampo!»
SALICIO
Contento soy,y sea la cabra tuya
si me vencieres, que dos juntos pare,215
sin que de sus provechos nada excluya;
que, al fin,si mi madrastra90preguntare
por ella (que me cuenta la manada)
al tiempo que, en cenando, la tornare,
diréque, como agora está preñada,220
del peso de su parto detenida
se quedó en esos riscos y cansada.
Masvéesla: allí la cabra91está parida
de dos cabritos juntos; so esta peña
cenemos si quisieres92,por tu vida.225
Y haztú lumbre: vees aquí esta leña.
Yo iré con estos perros, si te place,
que no sé qué me oí enaquella breña,
mientras que tiempo de dormir se hace.

Apéndice

Las Hamadríades


Lashamadríades son divinidades menores de la mitologíaclásica, compañeras de las ninfas, lasnáyades, las dríades, los faunos y los silvanos;suelen ser personajes frecuentes del mundo pastoril. Ofrecennumerosas afinidades con las dríades, de tal forma que envarias ocasiones las hamadríades parecen ser merasespecializaciones de las dríades. Tanto unas como las otrascarecen de nombre propio, no están individualizadas, sinoque forman parte del grupo que suele llamarse dioses menores o«aldeanos», como explica Pérez de Moya: «Aotro género de dioses decían aldeanos, y éstoseran tenidos por hijos de padres mortales; decíansealdeanos, porque habitaban en varias partes de la tierra y agua, ytenían que ninguno estaba en el cielo, como los diosesgrandes y medios dioses, ni les daba Júpiter, padre de losdioses, tanta dignidad, según dice Ovidio, y por esto sedecía, por otro nombre dioses terrestres, o héroes, osemones; por este nombre entendían ser mortales, aunque erande más excelencia que los hombres; deste género eranlas Musas, Ninfas, Lares y Penates», Juan Pérez deMoya, Filosofía secreta, [1585], op. cit.,I, p. 29. La referencia de Pérez de Moya es coetáneadel texto de Barahona y refleja una misma convenciónliteraria y mitológica. Un poco antes, en la primera mitaddel siglo XVI, se había intentado un estudio clasificatoriode algunos de estos seres, cfr. Theophrastus vonHehenheim, Paracelso, Libro de las ninfas, los silfos, lospigmeos, las salamandras y los demás espíritus,Barcelona, Obelisco, 1987; el tratado tiene interésesotérico y fue escrito antes de 1541, aunque editado porvez primera en 1591.

Entre las primeras menciones literarias de las dríades sepueden señalar las de algunos textos de Virgilio, como laque se incluye en la Bucólica V, vv. 58-59:


«Ergo alacris silvas et cetera ruravoluptas
Panaque pastoresque tenet Driadasquepuellas».


Eltexto se refiere a Dafnis, que ha muerto y que mira gozoso a suspies las nubes y las estrellas: «Así es como un gocealegre posee a las selvas y demás campos, a Pan, a lospastores y a las niñas Dríades». O la queaparece casi al principio del libro III de lasGeórgicas, vv.40-41: «Entretanto iremos traslos bosques y breñas no holladas de las Dríades,encargo tuyo nada cómodo, Mecenas»; apud Virgilio,Bucólicas. Geórgicas, trad. BartoloméSegura Ramos, Madrid, Alianza, 1981, pp. 42-43 y 103respectivamente. Servio, al comentar estos lugares virgilianos,señaló que «las Dríades son las ninfasque habitan en medio de los árboles, mientras que lasHamadríades son las que nacen y mueren con ellos, aquellascuya vida depende de la del árbol», cfr. ConstantinoFalcón Martínez y otros, Diccionario de lamitología clásica, Madrid, Alianza, 1980, I, p.191. La distinción se encuentra ya en Sannazaro:«Salid de vuestros árboles, piadosasHamadríades, diligentes defensoras de éstos, yprestad atención al fiero suplicio que mis manos deaquí a poco me preparan. Y vosotras, Dríades,hermosísimas doncellas de las selvas profundas, que no unavez, sino mil, habéis sido vistas por nuestros pastores alanochecer bailando en círculo bajo la sombra de losfríos nogales, con los cabellos rubísimos y largoscayendo por detrás de las blancas espaldas...», IacopoSannazaro, Arcadia, ed. Julio Martínez Mesanza,Madrid, Editora Nacional, 1982, p. 89. Garcilaso retoma estamención de las dríades en la ÉglogaII, vv. 623-628, pero no incluye la de las hamadríades:


¡Oh dríades, deamor hermoso nido,
dulces y graciosísimas doncellas,
que a la tarde salís de lo escondido,
con los cabellos rubios, quelas bellas
espaldas dejan de oro cobijadas,
parad mientes un rato a mis querellas.


ElBrocense, en sus anotaciones a Garcilaso, hace unarecapitulación de estas divinidades: «Todo esto es deSannazaro, como lo demás: y para que se entienda lapropiedad de estas Ninfas, que aquí pone, digo queNáyades son de los ríos; Napeas de los collados;Dríades de los bosques; Hamadríades de losárboles; Oreades de los montes; Henides de losprados», apud Antonio Gallego Morell, ed.,Garcilaso de la Vega y sus comentaristas, Madrid, Gredos,1972, p. 291, grafía actualizada.

Contaba, pues, Barahona con una amplia y culta tradición enlo que se refiere a estos seres mitológicos, de los quemantiene los rasgos más sobresalientes, como suvinculación con los árboles: «el bosque umbrosocría las bellas hamadríades», señala enestos versos iniciales, árboles a los que regresan al finaldel poema: «Y así las ninfas [...]/ desnudas semetieron / en las encinas huecas do salieron» o los cabellossueltos por las espaldas: «las hebras de brocado a lasespaldas / sueltas», al igual que en Sannazaro y enGarcilaso.

Elhecho de que las hamadríades se cobijen en los troncos delas encinas puede deberse a la etimología de su nombre, talcomo señalaba Fernando de Herrera en sus anotaciones aGarcilaso: «Dríades] Ninfas de losárboles, porque dris es árbol generalmente,y más el que los Latinos llaman quercus»,Fernando de Herrera, Obras de Garcilaso de la Vega conanotaciones, op. cit., p. 570. El propio Herrera las incluyeal comienzo de su égloga tercera, titulada Amarilistambién de carácter funeral como la de Barahona, comodivinidades a las que invoca el poeta:


Vos drïades, napeas, ninfas bellas,
que el canto lamentable y las querellas
oistes del pastor enamorado,
referid todas ellas
a quien canta su lástima y cuidado.


Fernando de Herrera, Rimasinéditas, ed. José Manuel Blecua, Madrid, CSIC,1948, p. 143, grafía actualizada.

Enla literatura española suelen aparecer estas ninfas envariados contextos pastoriles:


napeas y hamadríades hermosas
con frescas rosas
le van delante;


Gaspar Gil Polo, Dianaenamorada, ed. Francisco López Estrada, Madrid,Castalia, 1987, p. 307.

Góngora ofrece la forma hamadrías en lasSoledades:


Tantas al fin el arroyuelo, y tantas
montañesas da el prado, quedirías
ser menos las que verdes Hamadrías
abortaron las plantas:


fragmento queDámaso Alonso vierte en prosa de la forma siguiente:«En fin, tantas montañesas hay en el arroyuelo, tantasen el prado, que se diría ser su número mayor que elde las Hamadrías, ninfas de los árboles, de lascuales cada árbol tiene la suya», DámasoAlonso, Las «Soledades» de don Luis deGóngora, en Obras completas, Madrid, Gredos,1982, vol. VI, pp. 561 y 634 respectivamente.

El libro
Tres églogas
de
Luis Barahona de Soto
se acabó de imprimir
en la Imprenta Caballero
de la M.N. y M. L.
Ciudad de Lucena,
durante los primeros días
del mes de noviembre
de 1997,
en conmemoración del
402 aniversario de la muerte
del escritor lucentino
y del segundo año de hermanamiento
entre Lucena y Archidona.



LAUS DEO



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